sábado, 15 de mayo de 2010

Dulce espera en Juchitán, Oaxaca

Por estos días ando muy al pedo y en casa. En este lugar, en esta pseudo ciudad, las cosas son muy tranquilas, como yo, en este alpedismo agradeble y ameno.

El calor me da una sensación de derretimiento constante. Y ya no transpiro ni chivo, ahora sudo. No sé si son las hormonas o qué pero me sale un olorcito a bebé precioso. Nunca transpiré tan rico y fresco.

Vivimos en la Unidad Zapandú que es una versión soviética caribeña, algo como las casas-hogar de Cuba pero estas con olor a caribe cultural y vivo, a indígena que existe y que no es ningún invento ni resabio histórico. Acá la gente te dice "Hola" y después se ponen a hablar en zapoteco, me agarra la paranoia, pero después se me va cuando me dicen "Good afternoon, Güerita". Simplemente piensan que soy gringa. Aunque el otro día el don que nos vende el pollo dijo algo así que "De donde viene ella -a mi no me hablaba, se dirigía al hombre, muy tradicional el pibe- bailan mucho, ¿no? ¿Dé dónde es que viene? ¿De Estados Unidos o de Australia, o de Europa era?
Nosotros no sabemos diferenciar entre un chino y un coreano ni entre un boliviano y un peruano y entonces es lógico que para el pibe los caucásicos somos todos iguales. Lo bueno es que parece que bailamos lo mismo, aunque a mi me había llegado la racista leyenda de que los negros tienen el swing en la sangre.

Cerca de la unidad hay un pasaje que se llama Pase usted -telojuroporMadonna-. Yo paso y me pregunto porqué son tan propios y amables los juchitecos.

Yo sigo muy al pedo y duermo y te leo y te escribo un rato. Pedro Páramo me boló la peluca. Ahora estoy con Alejo Carpentier y el desarrollo urbano desigual en Cuba. Se me ocurre hacer un estudio histórico, sociológico y antropológico de la marginalidad en la Ciudad de Buenos Aires. Pienso que estaría buenísimo y me entusiasma el asunto.

Qué bien se vive en el Caribe. Acá no hay marginalidad. Acá todo tiene sabor. Investigaré por qué.

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