CITA A CIEGAS

Ella tenía 17 y él, 21, pero parece de tu edad, decía la tía postiza que los iba a unir. Esta señora era como una pseudo tía para ella y era, además, la novia del padre de él; y vaya a saber uno porqué, a la tía celestina le pareció buena idea que los dos pibes se conocieran... Le doy tu teléfono, entonces, él te va a llamar encantado.
Me vas a reconocer porque soy pelado, dijo él, y ella pensó que tenía una voz muy ronca, que parecía más grande. Se equivocó, por suerte.

Por esas épocas ella andaba muy metida con la cuestión social, las pseudo revoluciones propias de fin de milenio, la lucha por la educación pública y no sé qué tanto. También ella iba al gimnasio, entonces tres veces por semana bailaba y saltaba como una estúpida al ritmo de una música ídem (gracias Maitena) en su clase de step aeróbico o algo así. Y así pasaban sus días: entre clases matutinas, marchas y conflictos estudiantiles y un poco de actividad física posmoderna.
El estaba terminando el secundario a sus 21 años (¡qué vergüenza!). Vivía solo con su papá y fumaba mucho porro porque se aburría en cantidad. Tenía un buen amigo que lo acompañaba siempre yo te sigo yo te quiero que lo conocía desde que era muy pequeño y siempre hablaba de él con mucha ternura y amor. Estaba muy triste, la verdad. Él estaba esperando vaya uno a saber qué cosa, y así pasaban sus días... Y su mundo era cada vez más ajeno a la realidad.

Se encontraron a las 16 hs un jueves. Ella venía de una marcha, obvio. Él, no sé. Tomaron un jugo de naranja. No, no se emborrachaban por aquel entonces, las cosas había que vivirlas en caliente y en vivo, a pura consciencia, no valían los "no me acuerdo" por ese entonces. Hablaron mucho. Se aburrieron mucho, también. Se sentían muy solos, y juntos, más que nunca. Dos soledades no hacen una relación, ni ahí. Él se la pasó hablando de sus padres, de cómo se peleaban hasta que se divorciaron, de sus desiluciones en el amor, en el trabajo, en el estudio... en la vida. Ella le hablaba y lo intentaba persuadir por el lado del peronismo revolucionario y por el lado del aero box. También se quejaba, se quejaba de todo, la piba: de Menen, de la injusticia social, de su colegio, de sus padres, de sus amigos... Un bajón. Un joven deprimido no hacía buena pareja con una adolescente revolucionaria posmoderna aeróbica también deprimida. Igual el pibe insistió, y aunque ella no mostraba un ápice de interés en todo eso, las citas siguieron... Al pedo total. Hasta que un día el pibe remató con un bueno, tenés mi teléfono, si querés, llamame.

A ella ese encuentro le sirvió para aprender que la vida no es una película, por suerte es mucho mejor. A él no sabemos si le habrá servido para algo, pero al menos él seguro hizo muy bien en no ver más a la piba del gimnasio y las marchas. Ella también hizo bien en no ver más al pelado que vivía solo con su papá que iba a la nocturna.

Las citas a ciegas se inventaron para jugar un poco, para inventarte un personaje, una carta de presentación. Es una forma de mostrarte rápido y en concreto, y también tenés que jugar con el otro: en poco tiempo y en pocas miradas tenés que ver si hay eso que estabas buscando, o no ver nada de plano o ver qué hay y después ver qué hacés con eso... Pero todo de un tirón, de un sacudón. Más de uno habrá encontrado el amor de su vida en una cita como estas, para otros fue un pelotazo; otros, tal vez, dieron con el polvo de sus vidas... Otros dieron con la peor experiencia de sus vidas, o tal vez la mejor, la única irrepetible...

Si tuviste alguna cita a ciegas, por favor, compartila. Socializala, loco/a.
Se vienen las citas por interné, también.